Galiza tiene 10.217 núcleos de población, la mitad de los que hay en todas las Españas, y nada más ni nada menos que 3.779 parroquias. Eso quiere decir que a cada parroquia le corresponden, de media, los parroquianos de 3 lugares diferentes. La parroquia, y en consecuencia la misa dominguera, es lugar de encuentro y de relación social mucho más allá de la devoción que tienen los fieles por practicar sus ritos en esta época de recesión del fervor religioso católico.
Digo lo de la recesión porque es patente que la gran asistencia a los oficios del domingo en las iglesias gallegas no genera las vocaciones suficientes como para abastecer a las propias parroquias de los párrocos necesarios. Tanto es así, que cada sacerdote tiene que cubrir actualmente unas cuatro parroquias de media.
Cuatro parroquias por cura supone, como mínimo, cuatro misas consecutivas todos los domingos. Cuatro misas con su consagración del vino y con su sacramento de la comunión. Cuatro misas en cuatro parroquias diferentes en lugares más o menos alejados. Cuatro trayectos que, según transcurre la mañana, se hacen más peligrosos. De vuelta a casa, el esforzado páter no pasaría un control de alcolemia salvo, claro está, intercesión divina.
Así las cosas, la Iglesia Católica debería replantearse que las mujeres pudieran oficiar misa, porque no tienen el patio como para prescindir de la mitad de la población a la hora de buscar vocaciones. Lo dicho, es un tema de seguridad vial. Amén.
Digo lo de la recesión porque es patente que la gran asistencia a los oficios del domingo en las iglesias gallegas no genera las vocaciones suficientes como para abastecer a las propias parroquias de los párrocos necesarios. Tanto es así, que cada sacerdote tiene que cubrir actualmente unas cuatro parroquias de media.
Cuatro parroquias por cura supone, como mínimo, cuatro misas consecutivas todos los domingos. Cuatro misas con su consagración del vino y con su sacramento de la comunión. Cuatro misas en cuatro parroquias diferentes en lugares más o menos alejados. Cuatro trayectos que, según transcurre la mañana, se hacen más peligrosos. De vuelta a casa, el esforzado páter no pasaría un control de alcolemia salvo, claro está, intercesión divina.
Así las cosas, la Iglesia Católica debería replantearse que las mujeres pudieran oficiar misa, porque no tienen el patio como para prescindir de la mitad de la población a la hora de buscar vocaciones. Lo dicho, es un tema de seguridad vial. Amén.
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